Bien se ha dicho que la cabeza del hogar es el esposo, pero el corazón del hogar es la madre. Es posible que la clase de personas más poderosa e influyente en el mundo actualmente sean las madres.
1 Samuel 1 cuenta la historia de Ana, una mujer estéril que deseaba tener un hijo más que nada en el mundo. Después de mucha oración, Dios le dio a Ana un hijo llamado Samuel, quien fue considerado uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento.
La historia de Ana nos ofrece cinco principios poderosos para criar hijos consagrados.
El primero es el principio de la prioridad adecuada.
«Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente» (1 Samuel 1:10). Ana tenía un instinto dado por Dios para ser madre. Ella reconocía que no hay mayor bendición terrenal que los hijos.
El segundo principio es el poder de la oración.
Adrián Rogers dice: «el momento para comenzar a criar hijos consagrados es antes de que nazcan, e incluso antes de que sean concebidos».
Ana es una de varias mujeres en la Biblia, que fueron consideradas estériles, pero terminaron recibiendo hijos de Dios; otros ejemplos son Sara, Raquel, Rut e Isabel. Sus hijos terminaron bendiciendo al mundo y glorificando a Dios. Entendiendo esto, deberíamos comenzar a orar por nuestros hijos antes de que sean concebidos.
El tercer principio para criar hijos consagrados es el principio de propósito.
La razón de Ana para querer un hijo era dedicarlo de vuelta a Dios. Ella quería glorificar a Dios a través de su hijo. Nuestras oraciones por nuestros hijos no deben centrarse en su riqueza o poder, sino en cómo glorificarán a Dios.
El cuarto es el principio de persistencia.
«Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho» (1 Samuel 1:17). Ana era una mujer de oración, pero no solo de oraciones fácilmente pronunciadas y prontamente olvidadas. Ella continuó orando antes y después de que naciera este niño. Con su ejemplo, aprendemos a nunca flaquear en nuestras oraciones, sin importar cuán oscuras sean las circunstancias.
Por último, está el principio de persuasión.
Una madre deja la impresión más profunda en un niño; su arma principal en su arsenal es la influencia que tiene sobre sus hijos.
Aplíquelo a su vida.
¿Está criando a sus hijos para la gloria de Dios? Recuerde, aquellos que tengan esa prioridad, hagan esa oración, le den ese propósito, se comprometan con persistencia y persuasión, por la gracia de Dios, criarán hijos consagrados.