El rey David comparte su angustia interior en Salmos 42:5 diciendo: «¿Por qué te abates, oh alma mía y te turbas dentro de mí?». En este pasaje es evidente que David estaba pasando por un grave episodio de depresión.
La depresión no es solo un sentimiento de tristeza. Es como una sensación pasiva, una tristeza continua que no cesa. Es un estado de ánimo en el que nada parece bueno ni es motivo de satisfacción, y que se agrava por una sensación constante de desesperanza. La depresión es un problema serio. Es una crisis médica, completamente legítima y, a veces, muy peligrosa.
Los cristianos pueden sufrir depresión; David era un hombre conforme al corazón del Dios. Sin embargo, en el salmo 42, admite que siente sequedad espiritual, siente vergüenza y derrota, y se siente sobrecogido por sus circunstancias. No obstante, hay una respuesta. Podemos aprender a afrontar la depresión examinando la oración sincera y desgarrada de David.
Primero, examínese a sí mismo y analice su corazón. ¿Por qué te abates, oh alma mía? Pregúntese por qué está abatido. Cierre la puerta y piense en qué pasó. Averigüe qué es y expóngalo abiertamente para que pueda analizarlo y comprender su influencia sobre usted.
A continuación, mire hacia arriba y tome conciencia de la ayuda que se le brinda. Salmos 42:8 dice: «Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida».
En lugar de perder la fe cuando no entienda el porqué, alégrese y no permita que su esperanza se desvanezca. No importa qué es lo que le esté sucediendo, ese no es el plan final de Dios. El versículo 11 dice: «Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío».
Esta es la promesa infalible en medio de su depresión: Dios le ayudará a salir adelante. Dios no le ha abandonado; nunca lo ha hecho y nunca lo hará.
Aplíquelo a su vida
¿Se siente abatido, desesperanzado? ¿Siente que está luchando contra la depresión? Mire en su interior, mire hacia arriba y mire hacia el futuro. Hay esperanza, y comienza con confiar en Jesús, aunque las cosas no tengan sentido. Decida alabarlo, aunque esté sufriendo.