diciembre 20, 2024
La muerte pensó que tenía la victoria cuando puso sus dedos helados y huesudos sobre el Señor Jesucristo y lo encadenó con las ataduras de la muerte. Jesús yacía frío, rígido y muerto en el sepulcro. La antigua reina Muerte aplaudió con sus manos huesudas y vociferó con una risa ronca: «Lo tengo. Él es mío. Lo voy a retener».
Sin embargo, después de tres días, el Señor Jesús se estremeció y majestuosamente se levantó de su lugar de reposo. Jesús hizo más que sobrevivir la muerte. ¡Él venció y destruyó la muerte!
Él se levantó de esa cama de piedra, se volvió y dobló el sudario o tela que cubría su cabeza (Juan 20:7). ¡Me fascina esto! Cuando los discípulos entraron encontraron el sudario que estaba sobre su rostro, doblado. No hubo apresuramiento. Él está completamente en control.
Existía la cruel reina del terror, la Muerte, sentada sobre su trono; mas en esta ocasión la Muerte tenía una mirada de pavor en su rostro porque nunca nadie había hecho esto. Jesús empezó a caminar hacia ella, alzando sus brazos la asió en el trono y la lanzó al suelo. La Muerte cobardemente se arrinconó en aquella tumba que se convirtió en su calabozo. Jesús puso su calcañar o talón en el cuello de la Muerte e inclinándose despojó a la muerte de su aguijón. Jesús colocó la corona sobre su propia cabeza y caminó fuera de ese sepulcro como Salvador resucitado, vivo, victorioso. ¡Aleluya, qué gran Salvador!
Al leer el pensamiento de hoy: ¡Alabe a Dios que Él venció la muerte y resucitó! Agradézcale que ya no estamos más desesperanzados, sino anticipamos resucitar con Él.
© Profundice al escuchar: LA CONQUISTA - Hch. 4:1-20 (Q1780) https://youtu.be/t7jdyzCFkLQ
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