julio 25, 2024
El templo del Antiguo Testamento tenía tres partes: el atrio exterior, el atrio de adentro, y el atrio interno. Este patio más íntimo era llamado «el lugar santísimo», y únicamente los sacerdotes podían entrar allí. Una vez al año, el Sumo Sacerdote entraba en el lugar Santísimo para hacer expiación por el pueblo. Levantaba una esquina del pesado velo que separaba el lugar Santísimo, y entraba para rociar con sangre el propiciatorio. Si alguien entraba a ese lugar sin la sangre, moría súbitamente. Cuando el velo del templo se rompió al morir Jesús, se rasgó de arriba hacia abajo, para que nadie pensara que alguna persona lo hizo. Dios lo hizo. Con su muerte, Jesús estaba diciendo que ya no eran necesarios más sacrificios de animales. Ahora, cada creyente puede entrar en el lugar Santísimo.
¿Ha estado usted hoy allí? Es tiempo de entrar y alabar a Dios por haber enviado a su Hijo para que sea la expiación de sus pecados. Es tiempo de ARRODILLARSE delante de su propiciatorio y AGRADECERLE por su GRACIA para con usted, que le ha salvado de la eterna separación de la presencia de Dios.
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