Los cuatro evangelios detallan en gran medida los muchos milagros que Jesús realizó. Él sanó a quienes habían estado enfermos durante muchos años. Expulsó demonios. Dio vista a los ciegos e hizo que los paralíticos volvieran a caminar. Convirtió el agua en vino y caminó sobre el agua. Hasta resucitó a los muertos. Vaya a cualquier página de Mateo, Marcos, Lucas o Juan, y probablemente encontrará a Jesús realizando un milagro.
Existen varias razones por las que Jesús no hizo milagros para todos. En primer lugar, aunque Él era completamente Dios, también era completamente humano. Estaba limitado por el tiempo, el espacio y la energía. Si Jesús hubiera hecho milagros para todos los que se lo pedían, literalmente no habría tenido tiempo para nada más, ni comer ni dormir ni enseñar.
En segundo lugar, pero más importante, la razón principal por la que Jesús hizo milagros fue para demostrar que Él realmente era el Hijo de Dios. Los milagros eran para que las personas creyeran en Él y lo siguieran.
Sin embargo, hubo muchas ocasiones en que la gente no estaba interesada en seguir a Jesús. Solo querían que Él hiciera un milagro para mejorar sus vidas. O se oponían enérgicamente a Jesús y no creían en Él sin importar cuántos milagros hacía. En estos casos, Jesús intencionalmente decidió no hacer milagros.