La gracia es un regalo que Dios mismo nos ofrece. La gracia ha sido descrita como el favor inmerecido de Dios. Esto significa que no hay nada que usted o yo podamos hacer para ganar o merecer el regalo de la salvación de Dios. No podemos comprarlo, no podemos ganarlo trabajando arduamente y no podemos realizar ninguna gran acción que automáticamente nos haga merecer la gracia. Isaías 64:6 dice: «...y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia». Lo mejor que podemos hacer es inaceptable para un Dios Santo porque todo lo que hacemos está manchado por nuestro pecado. Por lo tanto, la única manera en que podemos recibir la salvación es si Dios nos la da libremente.
¿Quién hizo posible este regalo de gracia? ¡Jesús lo hizo! ¡Solo Jesús, Dios hecho hombre, vivió una vida perfecta! Solo Jesús soportó la ira del Padre en relación con nuestro pecado que Él cargó en la cruz. Solo Jesús resucitó de la tumba por su propio poder. ¡Solo Jesús venció el pecado, a Satanás y a la muerte al mismo tiempo para darnos vida eterna! Esto se testifica en 1 Pedro 2:21-24 y en 1 Juan 5:11-13.
Dado que Jesús ha puesto la gracia a nuestra disposición, ¿cómo la recibimos? Aquí entra la fe. Solo por la fe podemos estar de acuerdo con Dios sobre nuestro pecado y aceptar el regalo de la salvación en Cristo Jesús. La fe ha sido descrita como: Dejándolo todo, confío en Él. Desechando todo lo que hago, todo lo que pienso y todo lo que sé, y negándome a depender de actividades y rituales religiosos, debo confiar únicamente en lo que Jesús hizo por mí. Eso es fe: rendir todo lo que soy a todo lo que Él es y no reclamar nada más que la cruz de Cristo. El momento en que hago eso, soy «salvo por gracia por medio de la fe».