La Biblia dice que toda persona que ha vivido necesita ser salvada del castigo de sus pecados contra Dios.
Romanos 3:22-23 afirma: «… Pues no hay diferencia alguna, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios».
Todos somos culpables ante Dios y estamos separados de Él. Nuestras buenas obras no pueden llevarnos a Dios. Nuestro código moral personal no puede pagar la deuda por nuestros pecados.
El pecado es una afrenta moral contra Dios; por lo tanto, Dios es quien debe perdonar el pecado. Somos pecadores: por nacimiento, por naturaleza, por elección y por práctica. Hemos golpeado y ofendido moralmente a un Dios infinitamente santo. Él debe castigar el pecado y nosotros merecemos el castigo.
Necesitamos ser salvados del castigo que merecen nuestros pecados. Las Buenas Nuevas es que Dios mismo es quien nos salva. Jesús MURIÓ en la CRUZ en NUESTRO LUGAR. Él tomó nuestros pecados sobre Sí mismo y absorbió la ira de Dios por esos pecados. Mientras colgaba de la cruz, el castigo que merecíamos fue derramado sobre Jesús.
Segunda Corintios 5:21 atestigua: «Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en Él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios».
Cuando CREEMOS en Jesús, OBTENEMOS la JUSTICIA perfecta de Jesús. Dios nos trata como si siempre le hubiéramos obedecido perfectamente. Somos bienvenidos a su presencia y tratados como sus hijos.
Es por medio de Jesús que somos salvos.