Es verdad que Dios es amor, pero no es sólo amor. Él también es Santo, recto y justo. Él no puede permitir que el pecado entre en su presencia y debe castigarlo. Toda persona ha pecado contra Dios y el pecado nos separa de Dios. Nadie es lo suficientemente bueno como para llegar al cielo por sus propios medios.
Las buenas nuevas es que Dios ha provisto la cura para nuestros pecados. Esa cura es su Hijo, Jesucristo, quien vino a la Tierra para salvar a los pecadores. Él lo hizo viviendo una vida sin pecado, muriendo por nuestros pecados en la cruz y luego resucitando.
Ahora, cualquier persona puede recibir el regalo gratuito de la salvación al creer en Jesús y reconocerlo como Salvador y Señor. Dios quiere que todos se salven: «Porque todo el que invoque el Nombre del Señor será salvo» (Romanos 10:13). «Y el Espíritu y la Esposa dicen: “¡Ven!”. Y el que oiga, que diga: “¡Ven!”. Y el que tenga sed, que venga; y el que quiera, que tome gratuitamente del agua de la vida» (Apocalipsis 22:17).
La salvación es por gracia mediante la fe. No hay nadie tan bueno que no necesite salvarse ni nadie tan malo que no pueda salvarse. Confíe en el Señor Jesús, no en sus buenas obras, que no pueden hacerle justo. Sólo Jesús, por medio de su sangre limpiadora o purificadora, puede hacerlo.
Cualquier persona que reciba la salvación irá al Cielo y estará con Jesús para siempre.